Los de Íñigo Pérez sellan su presencia en la UEFA Conference League tras puntuar en casa ante el Mallorca y el empate de Osasuna y Alavés. La victoria del Celta ante el Getafe en el Colisseum imposibilitaba las opciones de Europa League.

El Rayo Vallecano vuelve a cruzar fronteras. Veinticinco años después de aquella gesta que encendió Vallecas en la Copa de la UEFA, el equipo franjirrojo ha logrado el billete para Europa. Esta vez será en la UEFA Conference League, pero el sabor es igual de dulce. La clasificación llegó tras un empate sin goles ante el Mallorca (0-0) y gracias al favor involuntario del Alavés, que frenó a Osasuna en Mendizorroza.
Vallecas fue una caldera desde el primer minuto. Vestido de gala y con el barrio empujando desde las gradas, los balcones y los bares, el Rayo salió consciente del peso del momento. El homenaje previo a Antonio Hita, “Antonio el de Lola”, recordó que este club es algo más que fútbol: es memoria, es barrio, es lucha.
EMPEZABA LA FINAL
El partido comenzó con tensión y empuje, pero también con nervios. El Rayo dominaba, aunque sin claridad. El Mallorca, sin objetivos clasificatorios, no fue un mero invitado: ordenado, competitivo y con un Greif imperial en la portería. El meta bermellón se convirtió pronto en el gran antagonista de la tarde.
Desde Getafe llegó el primer halo de esperanza: el gol de Mayoral al Celta que, por un instante, abría la puerta de la Europa League. Pero el empate vigués cambió el foco: todas las miradas viraron a Vitoria, donde Alavés y Osasuna se jugaban también su parte del drama.
En el campo, el Rayo seguía intentándolo. Isi, Álvaro, De Frutos, Unai López… todos chocaban con un nombre: Dominik Greif. El portero eslovaco lo paró todo. Incluso cuando De Frutos, en una de las más claras, se quedó solo y disparó fuera, el estadio contuvo la respiración.
LUCHA Y GARRA POR EL OBJETIVO
La segunda parte fue un pulso de emociones. Mallorca rozó el gol en un córner. El Rayo respondió con más alma que ideas. El partido ya no se jugaba solo en el césped, sino en los transistores y móviles. Cada corner en Vitoria, cada falta en Mendizorroza, era una montaña rusa emocional.
Hasta que llegó el instante: Carlos Vicente, desde los once metros, convirtió el penalti que certificaba el empate entre Alavés y Osasuna. Vallecas rugió. Lo que vino después fue resistencia, nervios de acero y comunión absoluta. Batalla apareció para salvar al Rayo en los últimos minutos, mientras el equipo se volcaba con todo en busca de un gol que no llegó, pero tampoco hizo falta.

Foto: LALIGA 2024/ 2025
El pitido final desató la locura. Lágrimas, abrazos, bufandas al viento y cánticos desde la Calle del Payaso Fofó hasta la Avenida de la Albufera. El Rayo, con 52 puntos, firmaba su mejor temporada en años y recuperaba un lugar entre los que cruzan fronteras.
Esta Europa es distinta, pero no menos valiosa. Es la Europa de los humildes que se rebelan. Del fútbol de barrio que no se resigna. Del Rayo de Felines, Míchel y Piti, que ahora se apellida Isi, Balliu, Ciss, De Frutos o Camello. Y es también la Europa de quienes ya no están, pero siguen alentando.
Porque en Vallecas, como en ningún otro lugar, la historia se escribe con sudor, con corazón y con gente que nunca deja de creer. El Rayo vuelve a Europa. Y vuelve con todo.






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