El Atalanta volvió a sonreír en la Champions League tras imponerse 2-1 al Club Brujas en un partido vibrante en el New Balance Arena de Bérgamo, correspondiente a la segunda jornada de la fase de grupos. Los italianos, que llegaban heridos después de caer con contundencia ante el PSG en el debut, reaccionaron a tiempo y sellaron su primer triunfo europeo de la temporada.

El golpe inicial de Brujas
El conjunto belga mostró personalidad desde el inicio y no se dejó intimidar por el ambiente de Bérgamo. Su recompensa llegó en el minuto 38, cuando Christos Tzolis aprovechó un balón recuperado y con un disparo con rosca batió al arquero local. El gol dejó en silencio a la afición y puso contra las cuerdas a un Atalanta que no encontraba claridad en los metros finales durante la primera parte.
El despertar con carácter
Tras el descanso, el cuadro de Gian Piero Gasperini adelantó líneas y comenzó a encerrar al rival en su propio campo. La insistencia tuvo premio en el minuto 74, cuando Mario Pašalić fue derribado dentro del área por el guardameta Nordin Jackers. El penalti fue ejecutado con serenidad por Lazar Samardžić, que firmó el 1-1 y encendió el partido.
La reacción inmediata del Brujas casi frustra la remontada: Romeo Vermant quedó de cara al arco vacío, pero su disparo se marchó increíblemente desviado. Fue la ocasión más clara de los visitantes en la segunda mitad.

El cabezazo de la victoria
Con el empuje de su gente, Atalanta no bajó el ritmo y encontró el gol decisivo en el minuto 87. Un córner lanzado al corazón del área encontró la cabeza de Mario Pašalić, que esta vez fue protagonista marcando el 2-1 definitivo. El estadio estalló y los locales sellaron una remontada trabajada, llena de carácter.
Lo que significa el triunfo
Con esta victoria, Atalanta suma sus primeros tres puntos en la fase de grupos y vuelve a meterse en la pelea tras el golpe inicial en París. Para el Club Brujas, la derrota frena el buen arranque que había tenido en la competición y le recuerda que cada error en la Champions se paga caro.
El cuadro italiano demostró temple y resiliencia, virtudes necesarias en un grupo exigente donde cada punto puede ser decisivo.






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